sexta-feira, dezembro 22, 2006

Siguiendo con Poesia

Poda

Las uvas del tiempo

Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!
claro, como que todos tienen su madre cerca
Yo estoy tan solo, madre, ¡tan solo!
pero miento, que ojalá lo estuviera;
estoy con tu recuerdo y el recuerdo es un año
pasado que se queda.
Si vieras, si escucharas este alboroto: hay hombres
vestidos de locura, con cacerolas viejas,
tambores de sartenes,
cencerros y cornetas,
el hálito canalla de las mujeres ebrias,
el Diablo con diez latas prendidas en el rabo
anda por esas calles inventando piruetas
y por esta balumba en que da brincos
la gran ciudad histérica,
mi soledad y tu recuerdo, madre,
marchan como dos penas.
Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda,
para olvidar que hay alguien que está cerrando un libro
para no ver la periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene
y por lo que se queda
porque lo que sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una pérdida.
Aquí es de tradición que en esta noche
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega
todos los hombres coman, al compás de las horas
las doce uvas de la Noche Vieja.
Pero aquí no se abrazan ni gritan: «Feliz Año»
como en los pueblos de mi tierra
en este gozo hay menos caridad;
la alegría de cada cual va sola
y la tristeza del que está al margen del tumulto
acusa lo inevitable de la casa ajena.¡Oh, nuestras plazas,
donde van las gentes sin conocerse,
con la buena nueva!
Las manos que se buscan
con la efusión unánime de ser hormigas
de la misma cueva y al hombre que está solo,
bajo un árbol le dicen cosas de honda fortaleza:
—Venir, compadre, que las horas pasan¡
pero aprendamos a pasar con ellas!
—Y el cañonazo en la Planicie
y el Himno National desde la Iglesia
y el amigo que viene a saludarnos:
—Feliz Año, señores—
y los criados que llegan a recibiren nuestros brazos el amor de la casa buena.
Y el beso familiar a medianoche:—La bendición, mi madre.
Que el Señor te proteja...después, en el claro comedor,
la familia congregada para la cena,
con dos amigos íntimos
y tú, madre, a mi lado y mi padre,
algo triste, presidiendo la mesa.
¡Madre, cómo son ácidas las uvas de la ausencia!
¡Mi casona oriental
!aquella casa con claustros coloniales,
portón y enredaderas,
el molino de viento y los granados,
los grandes libros de la biblioteca,
—mis libros preferidos:tres tomos con imágenes
que hablaban de los Reinos de la Naturaleza
—Al lado, el gran corral,
donde parece que hay dinero
enterrado desde la Independencia,
el corral con guayabos y almendros,
el corral con peonías y cerezas
y el gran parral que daba todo el año
uvas más dulces que la miel de las abejas!
Bajo el parral hay un estanque,
un baño en ese estanque sabe a Grecia;
del verde artesonado,
las uvas en racimos, tan bajas,
que del agua se podría cogerlas,
y mientras en los labios se desangra la uva,
los pies hacen saltar el agua fresca.
Cuando llegaba la sazón tenía cada racimo
un capuchón de tela,
para salvarlo de la gula
de las avispas negras,
y tenían entonces una gracia
invernal las uvas nuestras,
arrebujadas en sus telas blancas,
sordas a la canción de las abejas...
Y ahora, madre,
que tan solo tengo las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo la uva de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue
dulzura las uvas de la ausencia.
Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí?
¿qué fuerza pudo más que tu amor,
que me llevaba a la dulce
anonimia de tu puerta?¡
Oh, miserable vara que nos mides!
el Renombre, la Gloria...¡pobre cosa pequeña!
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
¡cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella!
Y ésta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas
en busca de un camino
¿dónde hallaré camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre,
la vereda que corta por los campos frutales,
pintada de hojas secas,
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico,
muchachas de la aldea hombres que dicen
—Buenos días, niño—
y el queso que me guardas siempre para merienda?...
Esa es la gloria, madre, para un hombre
que se llamó Fray Luis y era poeta.
¡Oh, mi casa sin críticos,
mi casa donde puede mi poesía
andar como una Reina!
¿qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuelas?
tú eres mi madre,
que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti, yo soy grande,
cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas...
Y mientras exprimimos
en las uvas del Tiempo
toda una vida absurda,
la promesa de vernos otra vez
se va alargando el momento
de irnos está cerca y no pensamos
que se pierde todo!
por eso en esta noche,
mientras pasa la fiesta
y en la última uva libola última gota del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía,
madre, retazos de carbón en la cabeza
y ojos tan bellos que por mí
regaron su clara pleamaren tus ojeras y manos pulcras
y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva,
que eres hermosa,
madre todavía y yo estoy loco
por estar de vuelta porque tú eres
la gloria de mis años¡
y no quiero volver cuando estés vieja!...
Uvas del tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca
¡cómo me pierdo madre en los caminos,
hacia la devoción de tu vereda!
Y en esta algarabía de la ciudad borracha
donde va mi emoción sin compañera
mientras los hombres comen las uvas
de los meses yo me acojo al recuerdo
como un niño a una puerta
mi labio está bebiendo de tu seno
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...
Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la noche vieja.
Andrés Eloy Blanco
Manuela

Natal é... (para mim)

... tempo de lamechices... Entramos en contacto com as nossas memórias mais intrínsecas, um regresso ao passado...


Píntame angelitos negros


¡ Ah mundo ! La Negra Juana,
¡ la mano que le pasó !
se le murió su negrito,
sí señor.

Ay, compadrito del alma,
¡ tan sano que estaba el negro !
yo no le acataba el pliegue,
yo no le miraba el hueso,
como yo me enflaquecía,
lo medía con mi cuerpo,
se me iba poniendo flaco
como yo me iba poniendo.
Se me murió mi negrito;
Dios lo tendría dispuesto;
ya lo tendrá colocao
como angelito del cielo.

Desengáñese, comadre,
que no hay angelitos negros.
Pintor de Santos de alcoba,
pintor sin tierra en el pecho,
que cuando pintas tus santos
no te acuerdas de tu pueblo,
que cuando pintas tus Vírgenes
pintas angelitos bellos,
pero nunca te acordaste
de pintar un ángel negro.

Pintor nacido en mi tierra,
con el pincel extranjero,
pintor que sigues el rumbo
de tanto pintores viejos
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.

No hay un pintor que pintara
angelitos de mi pueblo.
Yo quiero angelitos blancos
con angelitos morenos.
Angel de buena familia
no basta para mi cielo.

Si queda un pintor de santos,
si queda un pintor de cielos,
que haga el cielo de mi tierra,
con los tonos de mi pueblo,
con su ángel de perla fina,
con su ángel de medio pelo,
con sus ángeles catires,
con sus ángeles morenos,
con sus angelitos blancos,
con sus angelitos indios,
con sus angelitos negros,
que vayan comiendo mangos
por las barriadas del cielo.

Si al cielo voy algún día,
tengo que hallarte en el cielo,
angelitico del diablo,
serafín cucurusero.

Si sabes pintar tu tierra,
así has de pintar tu cielo,
con su sol que tuesta blancos,
con su sol que suda negros,
porque para eso lo tienes
calientitos y de los buenos.
Aunque

No hay una iglesia de rumbo,
no hay una iglesia de pueblo,
donde hayan dejado entrar
al cuadro angelitos negros
y entonces ¿ Adónde van,
angelitos de mi pueblo,
zamuritos de Guaribe,
torditos de Barlovento ?

Pintor que pintas tu tierra,
si quieres pintar tu cielo,
cuando pintes angelitos
acuérdate de tu pueblo
y al lado del ángel rubio
y junto al ángel trigueño,
aunque la Virgen sea blanca,
píntame angelitos negros.
Andrés Eloy Blanco.
M.Q.

quarta-feira, dezembro 13, 2006

Diz-me como decoras, dir-te-ei como trabalhas...

... E eis senão quando farta, mas mesmo farta, de esperar, e esperar... meia hora sem aviso de atraso, pouso a revista ( de 2004, claro! Belas tendências tivemos nesse ano) e reparo que próximo do balcão de atendimento há uma representação de um quadro de Van Gogh, Os Girassóis!. Quando olhei para a gravura de flores mortiças (pode não ser o melhor adjectivo, q se fale então de cores mortiças) soube que ainda me esperavam longos minutos de espera. Pensei: -Ora nada mais adequado para quem se sentou aqui para murchar! Eu soube que era um sinal, 45 minutos depois eramos atendidos.
M.Q.

sexta-feira, dezembro 08, 2006

ANDAR SOBRE RODAS


1. Buzinas irritantes

Já se sabe como os portugueses são a conduzir… e a buzinar. Muito gostam de carregar no botão que brinda a nossa vida com mais som, que, muitas vezes, nos faz um exame auditivo grátis e polvilha-nos com momentos de sobressalto. Desde o desfile de carros num casamento, ao cumprimentar um peão amigo ou conhecido, passando pelo tradicional buzinão quando se forma uma fila (ou bicha), temos de aturar muito barulho.
Não sei se já repararam que, no meio de um engarrafamento, normalmente, está tudo calmo até que alguém apita furiosamente. É nesse momento que quase todos os outros automobilistas se lembram que também têm buzina e, não querendo ficar atrás na contribuição para a poluição sonora, orquestram uma sinfonia bastante desarmónica. Ainda se adiantasse alguma coisa!
Há, além disto, um outro movimento de solidariedade audível que me irrita até ao tutano. É, incompreensivelmente, comum ouvir-se com insistência, buzinadelas, quando camionetas e autocarros têm de parar para embarcar passageiros. Os donos dos carros, que ficam míseros minutos atrás daqueles transportes públicos, compreendem a situação? Não! Demonstram o mínimo de paciência para com idosos, cujas dificuldades de mobilidade, os fazem demorar um pouco mais a subir para o ónibus (do latim “omnibus” que significa para todos)? Não! Se, acaso, gastarmos, no máximo, dez segundos para entrar, somos apupados por quem se deve achar demasiado importante. Trata-se de uma enorme falta de respeito por quem não tem outro meio de se movimentar ou por quem altruisticamente não quer contribuir para a poluição e congestionamento das nossas cidades.
E que dizer de um buzinão feito atrás de uma camioneta já de noite e à beira de um hospital?
Que as buzinas rebentem nos vossos ouvidos!



2. Andar no metro
Um casal da Guarda enganou-se e levou o carro pelos trilhos do metro do Porto. A estupefacção foi geral, sobretudo, dos próprios:
— Ai, homem, tanta trepidação! Isto até faz mal às cruzes!
— Tens razão, querida! Como é possível que as estradas do Porto tenham tantos buracos?

Maria Ortigão